jueves, 31 de enero de 2013

Crítica discográfica. Soirée dans Grenade.


Cuando uno se dispone a escuchar por vez primera a un intérprete “desconocido”, lo primero que anhela es que éste “cuente” las cosas de forma diferente. En un momento en el que las interpretaciones se parecen demasiado entre sí, en el que basta acceder a través de la red a tantas versiones de una misma obra, toparse con alguien que, pese a su juventud, reivindica el derecho a tener un discurso propio, es ciertamente reconfortante. Digo reivindica porque no todas las intenciones de Lazhar Cherouana alcanzan la concreción, pues algunas se apuntan sin llegar a plasmarse con claridad (a veces porque su propia capacidad técnica hace que los árboles impidan ver el bosque) pero en otros momentos, cuando Cherouana parece olvidar la gran técnica que atesora, adivinamos en él un potencial intérprete de envergadura.

No podemos desligar la presente interpretación de las obras de Falla, Turina, Antonio José, Rodrigo y Barrios, de otros aspectos que hacen de esta grabación algo especial: la temática que sirve de hilo conductor a la serie de grabaciones titulada Dans Grenade (IBS-Iberia Classical), de la que forma parte este Soirée dans Grenade de Lazhar Cherouana (el registro en lugares emblemáticos de la ciudad —el baño árabe Hammān Al-Yaouza, conocido como baño de Nogal o El Bañuelo—; un repertorio de música española o relacionada con España y, más concretamente, con Andalucía y la propia ciudad de Granada; y los más que acertados comentarios de Francisco José Giménez, del Departamento de Musicología de la Universidad de Granada).

El Homenaje Pour le tombeau de Debussy de Falla, dedicado a Miguel Llobet y publicado en 1920 en La Revue Musicale es una de las obras más importantes del repertorio guitarrístico, a pesar de su reducida extensión, y la única que Falla compuso para la guitarra. El maestro granadino (aunque gaditano de nacimiento, Falla vivió en Granada —su “pequeño París”— entre 1922 y 1936, año en que estalló la Guerra Civil y se exilió a Argentina, compuso allí su Amor Brujo y recuperó del olvido el cante jondo junto a su gran amigo Federico García Lorca, en 1922) recurre al ritmo de la habanera, que era para los franceses sinónimo de ritmo español, terminando con una cita de la Soirée dans Grenade de Debussy. La versión de nuestro intérprete es contenida, reflexiva. El guitarrista, con un sonido cálido y redondo, aborda con madurez esta pieza, con un único pero: una errata en un acorde, allá por el primer minuto. Como suele decirse, el mejor escribiente echa un borrón y la incorrección no resta méritos a la estimable lectura de Lazhar Cherouana de esta obra maestra.

La Sevillana de Turina, obra solicitada por Segovia al compositor andaluz, carece de la profundidad de la obra de Falla, pero se muestra seductora en manos del joven guitarrista, al que quizás le falte un punto de contundencia en algún instante, si bien es cierto que no se echa de menos de forma ostensible ante la sensación de que Cherouana defiende su interpretación con coherencia, buscando el color más adecuado en todo momento y abordando con calidez las secciones más líricas.

Si el Homenaje de Falla es una de las obras maestras de nuestro repertorio, dentro de las pequeñas, con la Sonata de Antonio José sucede algo parecido, pero hablando ya de obras de dimensiones importantes. Vinculado a la Generación del 27, autor de otra obra para guitarra (el Romancillo infantil) y fusilado el 11 de octubre de 1936 durante la Guerra Civil, Antonio José es un músico de gran talla, como demuestra su Sonata, un maestro en la transformación temática más cercano al impresionismo que al neoclasicismo. Lazhar Cherouana nos brinda con la obra de Antonio José la mejor interpretación de todo el disco. Se percibe una concepción global, meditada, trascendente, especialmente en el magnífico primer movimiento, lejos del discurso deslavazado al que estamos acostumbrados en manos de otros guitarristas. En el encantador Minueto fluctúa con naturalidad entre la flexibilidad y la gravedad. La pavana camina con paso lento pero el fraseo, largo y sentido, no decae, recreándose en el color de la armonía sin que el discurso se resienta y empleando con criterio la dinámica en aquellos momentos en los que la melodía pasa a los graves, perfectamente integrada esa dinámica en el acompañamiento, recordando unas veces a Brahms, otras a Ravel, otras a Satie. En el movimiento final de la Sonata, Cherouana pone definitivamente el virtuosismo al servicio de la expresión, la técnica al servicio de la música, evidenciando que, aunque le queda aún camino por recorrer, tiene las ideas claras y marcha con paso firme.

Debo reconocer que Rodrigo no es uno de mis compositores preferidos, exceptuando sin dudar su Invocación y Danza. Sin embargo, he disfrutado mucho de las obras seleccionadas para esta grabación. En Junto al Generalife, obra que trata de describir los jardines de La Alhambra, Cherouana "se disfraza" de Julian Bream y bucea en un mar de colores, resolviendo con clase la parte rítmica y ejecutando un trémolo con pincelada fina y exquisita sensibilidad, reflejando a la perfección ese “murmullo de las brisas perfumadas” del que hablaba Joaquín Rodrigo. Elogio de la guitarra, obra que Angelo Gilardino solicitó a Joaquín Rodrigo para la serie de música del siglo XX de la Editorial Bèrben iba a ser, en origen, un concierto en tres movimientos, que tres años antes había estado en el ánimo de Castelnuovo-Tedesco, quien falleció sin iniciar su composición. En principio, la intención era dedicar el primer movimiento a la guitarra en un sentido noble (La guitarra en el palacio), el segundo a la vertiente místico-religiosa (La guitarra en la Catedral) y la tercera al ámbito más popular y a la danza (La guitarra en el campo). Rodrigo reconvirtió la idea en una sonata que respeta la concepción original manteniendo el título pero no los subtítulos. La interpretación vuelve a ser más que coherente, contemplativa unas veces, decidida otras, quizás con esa pizca de vigor que uno echaba en falta en Turina. El movimiento central nos envuelve en la atmósfera de la catedral castellana, con armónicos evocando las campanas y una austera melodía. El final, rítmico y jubiloso, de rasgos neoclásicos y retrogusto scarlattiano, cuenta con las habituales disonancias tan del gusto de Rodrigo, que Lazhar Cherouana afronta con la sutileza y mesura apropiadas.

Soirée dan Grenade termina con el trémolo Un sueño en la floresta de Agustín Barrios, personaje peculiar (en 1932 empezó a llamarse Nitsuga Mangoré, el Paginini de la guitarra de las selvas del Paraguay —Nitsuga: Agustín escrito al revés- y Mangoré: legendario jefe Guaraní que peleó durante la conquista española—), gran guitarrista y prolífico compositor (escribió más de trescientas piezas para guitarra) cuyo estilo absorbe influencias variadas: la música barroca, la música de salón, el neoclasicismo, el folclore. La obra seleccionada, de carácter claramente descriptivo, es interpretada con solvencia técnica y refinada musicalidad, cerrando de manera emotiva un disco que supone una excelente tarjeta de presentación de un guitarrista que seguro dará que hablar.

Alberto Royo
Publicado en Guitarra-Artepulsado.

miércoles, 30 de enero de 2013

Vídeo: Folías Gallegas de Santiago de Murcia.

Santiago de Murcia, maestro de guitarra de la reina Doña María Luisa de Saboya, primera esposa de Felipe V, publicó en 1714 Resumen de acompañar la parte con la guitarra, con en el que culmina la escuela española barroca para ese instrumento. Conocemos de él dos manuscritos, el de Pasacalles y obras de guitarra (1732) y el denominado Códex Saldívar nº 4, que parece un primer volumen de la obra anterior.