
Cuando
uno se dispone a escuchar por vez primera a un intérprete “desconocido”, lo
primero que anhela es que éste “cuente” las cosas de forma diferente. En un
momento en el que las interpretaciones se parecen demasiado entre sí, en el que
basta acceder a través de la red a tantas versiones de una misma obra, toparse
con alguien que, pese a su juventud, reivindica el derecho a tener un discurso
propio, es ciertamente reconfortante. Digo reivindica porque no todas las
intenciones de Lazhar Cherouana alcanzan la concreción, pues algunas se apuntan
sin llegar a plasmarse con claridad (a veces porque su propia capacidad técnica
hace que los árboles impidan ver el bosque) pero en otros momentos, cuando
Cherouana parece olvidar la gran técnica que atesora, adivinamos en él un
potencial intérprete de envergadura.
No podemos desligar la presente interpretación de las obras de Falla, Turina,
Antonio José, Rodrigo y Barrios, de otros aspectos que hacen de esta grabación
algo especial: la temática que sirve de hilo conductor a la serie de
grabaciones titulada Dans Grenade (IBS-Iberia Classical), de la que
forma parte este Soirée dans Grenade de Lazhar Cherouana (el registro en
lugares emblemáticos de la ciudad —el baño árabe Hammān Al-Yaouza, conocido
como baño de Nogal o El Bañuelo—; un repertorio de música española o
relacionada con España y, más concretamente, con Andalucía y la propia ciudad
de Granada; y los más que acertados comentarios de Francisco José Giménez, del
Departamento de Musicología de la Universidad de Granada).
El
Homenaje Pour le tombeau de Debussy de Falla, dedicado a Miguel Llobet y
publicado en 1920 en La Revue Musicale es una de las obras más
importantes del repertorio guitarrístico, a pesar de su reducida extensión, y
la única que Falla compuso para la guitarra. El maestro granadino (aunque
gaditano de nacimiento, Falla vivió en Granada —su “pequeño París”— entre 1922
y 1936, año en que estalló la Guerra Civil y se exilió a Argentina, compuso
allí su Amor Brujo y recuperó del olvido el cante jondo junto a su gran
amigo Federico García Lorca, en 1922) recurre al ritmo de la habanera, que era
para los franceses sinónimo de ritmo español, terminando con una cita de la Soirée
dans Grenade de Debussy. La versión de nuestro intérprete es contenida,
reflexiva. El guitarrista, con un sonido cálido y redondo, aborda con madurez
esta pieza, con un único pero: una errata en un acorde, allá por el primer
minuto. Como suele decirse, el mejor escribiente echa un borrón y la
incorrección no resta méritos a la estimable lectura de Lazhar Cherouana de
esta obra maestra.
La Sevillana de Turina, obra solicitada por Segovia al compositor andaluz,
carece de la profundidad de la obra de Falla, pero se muestra seductora en
manos del joven guitarrista, al que quizás le falte un punto de contundencia en
algún instante, si bien es cierto que no se echa de menos de forma ostensible
ante la sensación de que Cherouana defiende su interpretación con coherencia,
buscando el color más adecuado en todo momento y abordando con calidez las
secciones más líricas.
Si el Homenaje de Falla es una de las obras maestras de nuestro
repertorio, dentro de las pequeñas, con la Sonata de Antonio José sucede
algo parecido, pero hablando ya de obras de dimensiones importantes. Vinculado
a la Generación del 27, autor de otra obra para guitarra (el Romancillo
infantil) y fusilado el 11 de octubre de 1936 durante la Guerra Civil,
Antonio José es un músico de gran talla, como demuestra su Sonata, un maestro
en la transformación temática más cercano al impresionismo que al
neoclasicismo. Lazhar Cherouana nos brinda con la obra de Antonio José la mejor
interpretación de todo el disco. Se percibe una concepción global, meditada,
trascendente, especialmente en el magnífico primer movimiento, lejos del
discurso deslavazado al que estamos acostumbrados en manos de otros
guitarristas. En el encantador Minueto fluctúa con naturalidad entre la
flexibilidad y la gravedad. La pavana camina con paso lento pero el fraseo,
largo y sentido, no decae, recreándose en el color de la armonía sin que el
discurso se resienta y empleando con criterio la dinámica en aquellos momentos
en los que la melodía pasa a los graves, perfectamente integrada esa dinámica
en el acompañamiento, recordando unas veces a Brahms, otras a Ravel, otras a
Satie. En el movimiento final de la Sonata, Cherouana pone definitivamente el
virtuosismo al servicio de la expresión, la técnica al servicio de la música,
evidenciando que, aunque le queda aún camino por recorrer, tiene las ideas
claras y marcha con paso firme.
Debo reconocer que Rodrigo no es uno de mis compositores preferidos,
exceptuando sin dudar su Invocación y Danza. Sin embargo, he disfrutado
mucho de las obras seleccionadas para esta grabación. En Junto al Generalife,
obra que trata de describir los jardines de La Alhambra, Cherouana "se
disfraza" de Julian Bream y bucea en un mar de colores, resolviendo con
clase la parte rítmica y ejecutando un trémolo con pincelada fina y exquisita
sensibilidad, reflejando a la perfección ese “murmullo de las brisas
perfumadas” del que hablaba Joaquín Rodrigo. Elogio de la guitarra, obra
que Angelo Gilardino solicitó a Joaquín Rodrigo para la serie de música del
siglo XX de la Editorial Bèrben iba a ser, en origen, un concierto en tres
movimientos, que tres años antes había estado en el ánimo de
Castelnuovo-Tedesco, quien falleció sin iniciar su composición. En principio,
la intención era dedicar el primer movimiento a la guitarra en un sentido noble
(La guitarra en el palacio), el segundo a la vertiente místico-religiosa
(La guitarra en la Catedral) y la tercera al ámbito más popular y a la
danza (La guitarra en el campo). Rodrigo reconvirtió la idea en una
sonata que respeta la concepción original manteniendo el título pero no los
subtítulos. La interpretación vuelve a ser más que coherente, contemplativa
unas veces, decidida otras, quizás con esa pizca de vigor que uno echaba en
falta en Turina. El movimiento central nos envuelve en la atmósfera de la
catedral castellana, con armónicos evocando las campanas y una austera melodía.
El final, rítmico y jubiloso, de rasgos neoclásicos y retrogusto
scarlattiano, cuenta con las habituales disonancias tan del gusto de
Rodrigo, que Lazhar Cherouana afronta con la sutileza y mesura apropiadas.
Soirée dan Grenade termina con el trémolo Un sueño en la floresta de
Agustín Barrios, personaje peculiar (en 1932 empezó a llamarse Nitsuga Mangoré,
el Paginini de la guitarra de las selvas del Paraguay —Nitsuga: Agustín escrito
al revés- y Mangoré: legendario jefe Guaraní que peleó durante la conquista
española—), gran guitarrista y prolífico compositor (escribió más de
trescientas piezas para guitarra) cuyo estilo absorbe influencias variadas: la
música barroca, la música de salón, el neoclasicismo, el folclore. La obra
seleccionada, de carácter claramente descriptivo, es interpretada con solvencia
técnica y refinada musicalidad, cerrando de manera emotiva un disco que supone
una excelente tarjeta de presentación de un guitarrista que seguro dará que
hablar.
Alberto Royo
Publicado en Guitarra-Artepulsado.