Eduardo Sáinz de la Maza. Platero y yo (Juan Ramón Jiménez).
Paseo.
Por
los hondos caminos del estío, colgados de tiernas madreselvas, ¡cuán dulcemente
vamos! Yo leo, o canto, o digo versos al cielo. Platero mordisquea la hierba
escasa de los vallados en sombra, la flor empolvada de las malvas, las
vinagreras amarillas. Está parado más tiempo que andando. Yo lo dejo..
El
cielo azul, azul, azul, asaeteado de mis ojos en arrobamiento, se levanta,
sobre los almendros cargados, a sus últimas glorias. Todo el campo, silencioso
y ardiente, brilla. En el río, una velita blanca se eterniza, sin viento. Hacia
los montes la compacta humareda de un incendio hincha sus redondas nubes
negras.
Pero
nuestro caminar es bien corto. Es como un día suave e indefenso, en medio de la
vida múltiple. ¡Ni la apoteosis del cielo, ni el ultramar a que va el río, ni
siquiera la tragedia de las llamas.
Cuando,
entre un olor a naranjas, se oye el hierro alegre y fresco de la noria, Platero
rebuzna y retoza alegremente. ¡Qué sencillo placer diario! Ya en la alberca, yo
lleno mi vaso y bebo aquella nieve líquida. Platero sume en el agua umbría su
boca, y bebotea, aquí y allá, en lo más limpio, avaramente...